Al ver caminar a James Ward por los pasillos de El Clú, sede del Challenger de Buenos Aires, lo único que nos llama la atención es su vestimenta. Medias con lunares celestes, chomba floreadas o con extravagantes estampados son algunos de los diseños que la marca británica Ted Baker (conocida por su ropa informal) le prepara a su embajador deportivo. Sin embargo, en poco menos de dos semanas, este fashion (?) inglés de 28 años será el quinto jugador de su nación en la final de la Copa Davis. Del 27 al 29 de noviembre, Gran Bretaña y Bélgica se enfrentarán para decidir quién será el nuevo campeón de la denominada Copa Mundial de tenis. Por ese motivo, Ward estuvo en Argentina. El lungo tenista buscaba aclimatarse al polvo de ladrillo. La serie definitoria será en Ghent y los belgas, comandados por David Goffin, eligieron utilizar como superficie la arcilla, el suelo que Andy Murray -actual 2° del mundo y máxima figura británica- menos disfruta. A pesar de esta relación esporádica con nuestro país, Jamie tiene un pasado celeste y blanco. Algunos años atrás, Diego Visotzky, luchador de MMA (Artes Marciales Múltiples), fue su preparador físico en Londres. El cordobés lo moldeó a los golpes.
“Por eso estoy en Argentina. De otra forma no estaría aquí”, le dice con una sonrisa Ward a EfectoTenis. “Está bueno porque uno necesita practicar sobre polvo de ladrillo, tienes que acostumbrarte a esta superficie, aunque las condiciones en Sudamérica son muy diferentes a las que habrá en Bélgica. Es cuestión de moverte de nuevo sobre el polvo de ladrillo, para tener las mejores chances si es que llego a jugar la final”, aclara el 155° del mundo, que durante la última semana perdió terreno con el joven Kyle Edmund, flamante campeón de la Copa Fila y segundo singlista británico.
Colección completa de James Ward aquí. Quiero todo.
Re-live our #ShotOfTheDay from yesterday as @JamesWardTennis hits an amazing forehand winner! https://t.co/UhGZS5ArLQ
— British Tennis (@BritishTennis) marzo 7, 2015
Según la biografía que entrega la página de la ATP, la superficie predilecta de Ward es el polvo de ladrillo. “Tal vez no es mi superficie preferida en este momento porque actualmente no estoy jugando demasiado sobre arcilla, pero estuve cuatro años y medio en Valencia”, comenta en referencia a su estadía en la Academia de Juan Carlos Ferrero, ex número uno del mundo, donde aprendió a hablar español tan bien que en Buenos Aires, a veces, creen que es un digno habitante de la península ibérica.
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=zoxSbvDbY1I&feature=youtu.be]La decisión de irse a entrenar a España fue condicionada por la situación económica familiar. Su padre, Jim, desde hace muchísimos años es taxista. Ward, originario de Euston, zona céntrica de Londres ubicada a 12 millas de Wimbledon, no proviene de una familia acomodada. “En Inglaterra es igual que en Argentina. Es un deporte elitista y todas las cosas son muy caras, especialmente porque Londres es un lugar muy caro para vivir y para jugar al tenis. Por eso me fui a España, donde estuve durante algunos años. Después volví y estoy viviendo nuevamente en Londres. Es duro, pero creo que muchos jugadores del tour provienen de entornos muy normales. No siempre son chicos que tienen mucho dinero, así que estoy en la misma situación que otros tenistas”, aclara Ward, que tuvo su mejor posición en el ranking en julio de este año cuando fue 89° del mundo, luego de alcanzar la tercera ronda en el césped del All England.
James y el taxi cab de su padre Jim.
Como el mundo es un pañuelo (?) y siempre hay un argentino metiendo la cola, en aquella experiencia en España, Ward entrenaba con Javier Capitaine, un reconocido preparador físico cordobés. Capitaine, quien trabajó con Sharapova, Coria, Nalbandian, Dimitrov, entre otras figuras, también entrenó a su coterráneo Diego Visotzky. Este luchador que fue campeón mundial de la World Boxing Union, bronce en el Mundial de Jiu-Jitsu de 2001 y múltiple campeón argentino en esta misma disciplina, también es preparador físico.
Ward necesitaba un especialista que mejore su espigada figura y que, sobre todo, fortalezca su inestabilidad mental. Capitaine le recomendó a Visotsky. Ambos empezaron a chatear por el ahora obsoleto Messenger y allí definieron un primer encuentro en Londres. “Más allá de haber charlado por MSN, cuando llegué a Londres me senté con él y estuvimos un rato largo hablando. Conversé mucho con Capitaine y con el papá de James, que fueron los que más o menos me fueron dando las consignas sobre lo que debíamos trabajar. Fueron tres meses donde progresó muchísimo y cambio varias cosas, sobre todo en su actitud hacia al entrenamiento que era lo que más le hacía falta”, le explica a EfectoTenis el Toro Visotsky, que preparó atletas del área de combate, pero también trabajo en otros deportes, eso sí, nunca antes en el tenis.
Visotsky siguiendo atentamente a Ward durante su participación en el Challenger porteño.
“Además de nunca haber entrenado un tenista, jamás me gustó el tenis ni me llamó la atención. Como coach uno tiene que entender ciertos aspectos metodológicos del deporte y a partir de allí podés empezar a entrenar a una persona”, señala el argentino que trabajó con Ward durante tan solo tres meses. Ese trimestre, que se vio interrumpido por un asunto personal que implicaba la tenencia de su único hijo, realmente marcó la personalidad del inglés. “Cuando llegué, él no era de entrenar mucho. En el juego, apenas se le complicaba o le daban vuelta el partido, se venía abajo mentalmente y terminaba perdiendo por ese motivo. Entonces empecé a hacer un estilo de trabajo que los luchadores estamos muy acostumbrados, y por lo que vi en el ambiente del tenis, la preparación física es bastante light. Empecé a exigirlo. Que el cuerpo no dé más y que siga adelante más por la cabeza que por el cuerpo. Combiné muchos ejercicios propios de los luchadores, pero que eran beneficiosos para el tenis. Le gustó mucho ese tipo de laburo”.
Inclusive, la dupla britiargentina (?) realizó numerosos entrenamientos bajo la lluvia, donde se enchastraban y embarraban. “Él, que es el típico tenista inglés todo punta en blanco, lo embarré y revolqué por todos los parques de Londres. Al principio le chocaba, pero después le encantó. Cada vez que llovía me decía de ir a entrenar al parque”, cuenta con humor este luchador que compitió en Estados Unidos, Japón, Rusia, Costa Rica, entre otros países.
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Sin embargo, el Toro no se detuvo ahí. Su metodología desacartonada e innovadora para el ambiente empezó a surtir efecto en Ward. Sacarlo de la rígida estructura que lo había acompañado toda la vida fue beneficioso. De hecho, en varias oportunidades el europeo se comió un par de piñas. “Muchas veces le puse los guantes y lo subí a la jaula, al ring, y guanteábamos. Por un lado para que saque la cabeza del entrenamiento típico. Obviamente que no le pegaba fuerte, pero lo exigía. Lo sacaba de su zona de confort y lo ponía en situaciones que no le gustaban nada y que se la banque”, explica el cordobé, que veía en estos ejercicios una faceta recreativa y didáctica. “No era una lucha real. Te podés imaginar que si peleamos en serio lo mato. Es como si jugáramos al tenis… yo no tengo ni idea. Un par de veces, boludeando, le metí palancas o lo estrangulaba”.
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— James Ward (@JamesWardtennis) septiembre 15, 2015
Durante esos tres intensos meses, Visotzky lo acompañó por el tour donde no pasaba desapercibido. Imaginen un mastodonte vestido de luchador, lleno de cicatrices, con las orejas deformadas por las peleas dando vueltas por los “paquetes” clubes europeos. No era normal. “La verdad que era como un sapo de otro pozo. La gente me miraba como si fuera otra cosa. Muchos le preguntaban a James sobre mí. En el entorno se hablaba del tema. Un día, James cayó con un montón de ropa y me dijo ‘Tomá, tenés que empezar a vestirte como tenista para no llamar tanto la atención’”.
En plena lucha. De verlo ya me duele (?).
Lejos de sentirse intimidado por el qué diran tenístico, Visotzky estaba convencido de su método de trabajo. “A mí no me importó demasiado cómo era el ambiente y cuán diferente era al estilo mío. Me contrataron para hacer un trabajo que consistía en hacer un cambio de actitud y de cabeza, sumado a que mejore a nivel físico. Obviamente que sobre lo técnico no tenía ningún tipo de influencia, pero asimismo en sus entrenamientos de tenis le modifiqué un montón de aspectos metodológicos que lo beneficiaron muchísimo”, comenta el Toro.
A pesar de la insistencia de James y Jim Ward, que le prometían el oro y el moro para que se establezca en tierras inglesas, Visotzky volvió a las sierras de su provincia para hacerse cargo de su hijo. Tres años después, el contacto es cada vez más esporádico, pero Ward le sigue pidiendo ayuda. Algunos meses atrás, el tenista le encomendó la preparación de un régimen alimenticio. “No solamente progresó durante esos meses. Por ejemplo, este último fin de semana (en referencia al Challenger de Buenos Aires) estuve con James, y Leon (Smith, capitán del equipo de Copa Davis de Gran Bretaña) me decía que realmente le quedaron secuelas muy importantes de ese cambio de actitud y cabeza que le di en aquel momento”. Mientras que con orgullo remata: “Fue una educación más que un entrenamiento de tres meses. Fue un cambio que lo ayudó para mejorar en su carrera”. Juzgando por sus resultados podemos aseverar que definitivamente Ward aprendió. A las piñas y a los golpes, pero aprendió.
El capitán Leon Smith, Visotzky y Ward en El Clú.
WARD Y SU “FANATISMO” POR TAYLOR SWIFT
“No, son estupideces. Fue una broma”, explica Ward en referencia a su supuesto fanatismo por la música de la cantante estadounidense Taylor Swift. Pero, ¿cómo creció este rumor? Andy Murray fue el culpable. “A fin del año pasado, cuando estábamos entrenando juntos en Miami, todos los días su canción sonaba en la radio una y otra vez. Al final de la semana nos aprendimos la letra y la cantábamos. Después, cuando Andy fue a Wimbledon, le dijo a todos los periodistas que mi cantante preferida era Taylor Swift. Él lo dijo y todos le creyeron. Es una cagada (shit) para mí”, aclara Ward, que quiere distanciarse de los gustos clásicos de un teenager.