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Christo Van Rensburg: el único campeón africano en Buenos Aires

11 Abr

Hurgando en el archivo del ATP de Buenos Aires, la edición de 1995 trae una curiosidad. En aquella oportunidad, el torneo porteño tuvo a su primer y único campeón africano. Su nombre es Christo Van Rensburg, es sudafricano y ganó el dobles junto al estadounidense Vincent Spadea. Además de esta particularidad, Van Rensburg, 19° del ranking en 1988, vivió en primera persona el conflicto del Apartheid y hasta conoció a Nelson Mandela.

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“Estaba viendo qué día sacaría los boletos de avión para volar a casa. Para mí era el último torneo del año. No veía a mis padres desde abril. Había dos vuelos durante esa semana: miércoles a la noche o domingo. La programación salió y nos tocaba jugar el miércoles a la noche. Aunque fuese derrotado, no podría volver a casa. No había tiempo suficiente para tomar el vuelo de vuelta. Había solo una opción, y perder no era esa”, le dice Van Rensburg a EfectoTenis mientras relata aquel triunfo en Buenos Aires que determinaría al único campeón africano en la historia del actual Argentina Open.

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Set de cuchillos que compró en Argentina y que aún sigue usando.

“Ahora estoy descansando con todo el dinero que (Vincent) Spadea me hizo ganar en Buenos Aires, en el 95’ [risas]. También jugué dobles con mi amigo Javier Frana. Nunca perdimos un partido. Así que jugar en Argentina o con un argentino fue muy bueno para mí”, dice con humor el sudafricano de 52 años que actualmente reside en Austin, Texas, donde dirige su propia marca de indumentaria deportiva. En los últimos años de su carrera, Van Rensburg decidió pintar su encordado dibujando una “carita feliz”. Esa simple acción se convirtió en un símbolo identificativo para el sudafricano que más tarde terminaría fundando su empresa de ropa llamada “F-ACE”, en referencia a aquel particular hábito.

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En su raqueta, la carita feliz.

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También tienen una línea de ropa interior que incluye tanguitas (?).

EL APARTHEID Y MANDELA

Nelson Mandela le tiende la mano a Van Rensburg. Madiba, que por aquel entonces era presidente de Sudáfrica, saluda al equipo de Copa Davis de 1996, que hacía unos pocos años había vuelto a la competición luego de ser expulsados en 1979. Una de las últimas series del equipo sudafricano ocurrió en 1974, cuando fueron campeones pero de una manera muy controvertida. En aquella setentosa edición,  los africanos ganaron por primera y única vez el torneo, luego de haber pasado dos series sin haber jugado. Sus rivales, que se oponían a enfrentarlos por su postura ante el Apartheid (sistema de segregación racial que consistía en la división de la población en grupos raciales donde los blancos ejercían la autoridad) abandonaron y Sudáfrica  pasaba de ronda. Así lo hizo dos veces. Incluso en la primera instancia frente a Argentina. En la final, India decidió no participar y así llegó la Ensaladera.

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El equipo sudafricano de Copa Davis campeón en 1974.

Esa fue la única final de la historia de la Copa Davis que no se jugó. Lo político había metido la cola. A fines de los 70’ llegaría la expulsión de Sudáfrica de la Copa Davis, país donde a los negros no les estaba permitido votar, eran obligados a vivir en guetos, se les restringía el acceso a zonas reservadas para blancos y el contacto sexual interracial era un delito. La situación, en el ámbito deportivo, era insostenible.

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Van Rensburg y Mandela, para la mesita de luz.

Volviendo a la foto, Mandela, con las miles de ocupaciones y compromisos que tenía por aquellos momentos, entendió la importancia de la vuelta de la Copa Davis a su país. En un aeropuerto privado donde citaron a los deportistas, el líder político saludó a cada uno de los tenistas, entre ellos, a Van Rensburg, que recuerda aquel instante tan significativo. “Estábamos todos muy entusiasmados. Fue genial tener esos pocos minutos con él. A todos nos hizo sentir importantes y se tomó su tiempo para sacarse fotos con cada uno de nosotros. A nuestras esposas y amigos más cercanos  les estaba permitido presenciar el momento. Nos dio un buen discurso sobre el honor de jugar por tu país”, relata el nacido en Uitenhage, localidad ubicada a 35 kilómetros de Puerto Elizabeth.

Finalmente, en aquella serie frente a la Austria de Thomas Muster –por aquel entonces número uno del mundo-, Sudáfrica ganó y el saludo con Mandela quedó en la retina de Van Rensburg que entiende la importancia de su figura. “Acerca de lo que dice la gente sobre Mandela, él era un hombre fiel a su palabra. Fue la mejor persona para realizar el trabajo que le fue asignado. Era muy difícil hacer que la nación se una, pero él creció en el corazón de muchos sudafricanos blancos. Tampoco estaba asustado por mostrar sus emociones cuando llegó al deporte”, dice Van Rensburg en referencia a la Copa del Mundo de rugby de 1995 ganada por su país y que se convirtió en un hito en el proceso de integración que estaba ocurriendo.

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Christo, contemporáneo a Martín Jaite.

Previo a ese encuentro, en 1992, Sudáfrica sellaría su vuelta a la Copa Davis. Por su inactividad desde su última serie en 1978, los africanos, a pesar de tener grandes jugadores, empezarían desde la más baja categoría: en el grupo tres de la zona europea/africana. Van Rensburg fue el primero en volver a representar a Sudáfrica en la mítica competencia por países. El primero en jugar desde la instauración del Apartheid. El primero en jugar desde que éste dejó de estar en vigor.

“Todos en el equipo estaban bromeando con que “recuerda que si pierdes el primer punto quedarás en la historia como el primero en perder luego de volver a la Copa Davis”. Algo que sabía, era que tenía que ganar el sorteo, porque mis mayores puntos a favor eran el saque y la volea. Todo salió bien.  Lo gané. Cuando el umpire dijo “Sudáfrica al servicio” empecé a temblar de los nervios. Ése significaba el punto más importante que jamás iba a jugar. Mis amigos me miraban. Ellos estaban riendo, sabían que ganaría el partido [por la superioridad ante un inexperimentado rival], pero ese punto era muy grande, por toda la historia que tenía detrás”, recuerda Van Rensburg de aquellos partidos disputados en Túnez donde le ganaron a Camerún, Argelia, Túnez, Senegal y Congo.

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Junto a los hermanos Bryan.

“Recuerdo haber metido el saque en el centro del cuadrado. Era muy sencillo pero por los nervios me ubiqué en el medio de la cancha. Cuando miré, mi rival camerunés tenía diez opciones para pasarme. Fue el peor segundo servicio de mi vida. Wayne Ferreira [compañero de equipo y 6° ATP en 1995] me hubiese pasado con su mano izquierda y con los ojos tapados. Por alguna razón, tal vez como recompensa por haber leído siempre la Biblia y por haber rezado todas las mañanas y tardes, él erró la pelota. Definitivamente fue una ayuda de arriba. Recuerdo cruzar mirada con mi capitán, Keith Diepraam, y los dos sonreímos”.

EL APARTHEID EN SU CASA

“Habiendo sido criado en un hogar y viendo como mis padres trataban a las personas de todos los colores, nunca se me cruzó por la mente que hubiese algún tipo de segregación. Más tarde llegué a entender lo que estaba ocurriendo”, comenta Van Rensburg en relación a cómo se vivía el Apartheid en su propio hogar.

“Teníamos a una mujer negra que me cuidaba cuando mis padres estaban enseñando en la escuela. Hicimos cosas juntos. Los domingos, mi familia siempre comía una pata de cordero. Los lunes, mi madre le asaba otra pata para la mujer y el hombre negro que nos ayudaban dentro y fuera de la casa. Nunca tuve la sensación que fuesen diferentes. Los veía ayudarnos porque mis padres eran profesores y necesitaban una niñera. En mi casa no había un sentimiento de Apartheid”, agrega el sudafricano, ganador de dos títulos ATP.

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Museo del Apartheid, en Johannesburgo.

Con el paso del tiempo, su mente se fue formando y empezó a tomar conciencia de las desigualdades que ocurrían en su país. “Después, cuando fui más grande, sí me di cuenta que no era correcto dejar que las personas de color se sentaran en el fondo del colectivo y que tuvieran asientos diferentes para mirar deportes. Teniendo una gran población de gente negra, lo correcto era traer a Nelson Mandela para que nos una a todos. Leí muchas historias sobre aquellos duros tiempos para la gente de color y lo siento mucho por sus luchas”.

Norma Baylon: una mujer indomable

8 Oct

El sonido de la pelotita contra el ropero es insoportable en aquella habitación del departamento en el barrio de Belgrano. Ella, de cuatro años, no se cansa. Su madre, de algunos cuantos más, no la aguanta. Lo que nunca va a pensar Dorothea es que más tarde su hija, Normita, será 4° del mundo y una precursora en el tenis femenino argentino. “Como comprenderás, yo no me acuerdo, son los cuentos de mis padres. Todo el día estaba dándole a la pelotita contra el ropero, y cuando llegaba mi papá, a la noche, mi mamá le decía: < ¿Sabés qué? Me tiene harta. Todo el día estoy escuchando el tiki, tiki, tiki. Ya no la soporto más>”, le dice a EfectoTenis Norma Baylon, una mujer indomable desde antes de saber el significado de la palabra tenis.
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“Para hacerte la historia corta, ahí decidieron comprarme mi primera raquetita, una Sarina, chiquita, blanca, con la que zarpaba todos los fines de semana al Buenos Aires Lawn Tennis Club (BALTC), donde mis padres jugaban. Yo me iba al frontón. No almorzaba, no tomaba nada, con tal que nadie me vaya a quitar de ahí”. Ahí, dice Baylon, donde los sueños se siembran y los golpes se perfeccionan. Ahí, el frontón, un espacio físico donde muchas de las grandes glorias del tenis nacional pasaron parte de su infancia. “A la noche, cuando llegábamos a la casa, era siempre la misma historia. Abrían la puerta del departamento y yo me tiraba de narices al suelo llorando. No quería bañarme, no quería comer, no quería hacer absolutamente nada. Poco a poco fue surgiendo mi amor por el tenis”, relata Norma a EfectoTenis –en una entrevista realizada en la escuela de periodismo DeporTEA- dejando en claro su amor casi natural por el deporte de la raqueta.

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Siguiendo con la infancia de Norma Baylon, uno de los momentos más esperados por la porteña formada tenísticamente en el BALTC sucedía cuando su padre terminaba de jugar dobles con unos amigos franceses. Ella, por ese entonces Normita, le pedía pelotear un rato. Un día, su padre, cansado, no quería darle el gusto a su hija, pero después de tanta insistencia aceptó Olindo, un severo pero generoso alemán,  le tiró un fuertísimo revés que iba derecho al “ombligo” y que buscaba que la chiquita no molestase más. Para sorpresa del padre, Norma voleó de revés. Al día siguiente, por pedido de Olindo, Baylon ya tenía profesor.
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En el 63, Baylon y la británica Ann Haydon-Jones quien venció a Norma en la final de Bournemouth.

Uno de los grandes obstáculos que debió sortear la cuartofinalista de Roland Garros, Wimbledon y del US Open en los sesenta fue su indomable carácter. “Tengo un defecto muy grande que es ser perfeccionista. Entonces, lo que hago lo quiero hacer bien y cuando no me salen las cosas me enojo. Es un enojo que me dura muy poco, inclusive ahora, me puedo molestar con algo o alguien, pero si me dejan dos minutos tranquila ya ni me acuerdo porqué me enojé. En el tenis era exactamente igual”, explica Baylon, actualmente de 71 años, y quien en varias ocasiones sufrió las conocidas penitencias.
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Sus padres, rigurosos en la educación, durante el partido no le decían nada.  Una vez en el coche, camino a casa, llegaban las famosas penitencias. Una semana sin ir al club o no te vamos a comprar otra raqueta nueva eran algunos de los ejemplos. Después, su autocontrol llegaría a causa de las críticas de la prensa: “Norma es una genia, un fenómeno, pero su comportamiento…”, eran algunos de los titulares de la época. Sin embargo, el peor castigo llegó en las vísperas de los Juegos Panamericanos.
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En el clasificatorio que había organizado la Asociación Argentina de Tenis, Norma le ganó a las diez mejores del ranking argentino y obtuvo un lugar para viajar como representante nacional en los juegos continentales. Allí apareció otra vez su carácter. “El último partido lo jugué contra Nora Somoza. En esa época, como ya no podía gritar, decir malas palabras, pegar pelotazos, ni romper raquetas porque me venían las sanciones de mis padres, empecé a pegarme con la raqueta en el costado de la pierna. Ese día fallé y me pegué un raquetazo en la canilla. Por supuesto no hice ni un gesto pero veía que el moretón iba saliendo como si fuese un huevo de avestruz. Termina el partido. Gano. Y el presidente le dice a mi papá que yo viajaba a los Panamericanos”. En aquel encuentro, su padre le negó el viaje a Norma aludiendo que así no se iba a portar si representaba a la Argentina. “Por más que pataleé, lloré, no hubo forma. Y creo que eso me curó”.Desktop
Baylon en figurita, una perlita de MercadoLibre.

Otra de las acciones que tomaron sus padres, antes de permitirle viajar a competir a Europa, fue que finalice sus estudios secundarios y los traductorados de inglés y alemán, idiomas que actualmente habla a la perfección y que le permitieron ser traductora en series Copa Federación, dictar cursos de arbitraje y hasta desempeñarse como jueza de línea en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988. “Les estoy sumamente agradecida que no me hayan permitido viajar antes de terminar mis estudios. Siempre me decían  que lo que tenía dentro de la cabeza no me lo podría quitar nunca nadie”, aclara Norma quien fue la primera mujer en conseguir el Olimpia de Oro (1962).SCAN_20141007_21345451_002
Ropa de la marca «Fred Perry» hecha expresamente para Norma Margarita Baylon. También, la marca Dunlop le proporcionó raquetas personalizadas.

A lo largo de su brillante carrera, que transcurría en tiempos de amateurismo donde ninguna cobraba dinero –solo en el final de su recorrido tenístico logró negociar la paga de algunos viajes y pequeños premios-, Baylon alcanzó los cuartos de final de Roland Garros 1965, cuartos en Wimbledon 1964 y también estuvo entre las ocho mejores del US Open en 1965 y 1966. Además, fue finalista de dobles en Roland Garros 1964. Dentro de sus tantas victorias se destacan sobre la brasileña María Esther Bueno, Nancy Richey, Billie Jean King, Vera Sukova, Lesley Turner, entre otras.

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Ilustración de la brasileña Marías Esther Bueno. /Autor: Cristiano Siqueira.

Sin embargo, uno de sus partidos más recordados no quedo en el recuerdo precisamente por haberlo ganado, sino por la manera en que perdió frente a la mítica australiana Smith Court. Durante el Australian Open de 1965, Baylon estaba 5-4 y 40-30 en el primer set. “Tipico de Norma Baylon. Problemas de concentración. Mientras yo estaba esperando que una chica recogebolas me pasara la pelota, pensaba en la alegría de mis padres, en lo que iban a escribir en los diarios, en que me estaba portando muy bien en la cancha, en qué iban a decir todos los chicos con los que entrenaba, pensé tantas cosas que cuando la veo a Margaret del otro lado, la veía que temblaba. Entonces dije, Norma, lo único que te pido es que no hagas doble falta. Saqué con tanto cuidado que los dos saques picaron en mi cancha. Después perdí el partido. Esa noche creo que no dormí, solamente lloré”, relata con muchísimo humor Baylon que no juega hace varios años a causa de algunas operaciones de cadera que no le permiten disfrutar más del tenis dentro de la cancha, algo que igualmente no extraña.
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Margaret Court y sus trofeos. /Ph: Daniel Wilkins

En 1966, año en el que periodistas estadounidenses especializados la consideraron 4° del ranking mundial femenino, Norma decidió comenzar a dejar el tenis para dedicarse de lleno a su matrimonio y a formar una familia.

Casualmente, el medio para conocer a su ahora ex marido, el peruano Bartolomé Puiggrós, fue el tenis. A Baylon, que volvía muy cansada de una extensa gira que incluía Roland Garros, Wimbledon y el US Open, le ofrecieron que vaya a jugar el Abierto de Porto Alegre, en Brasil. Norma se negaba. Sin embargo, la Asociación Argentina de Tenis le dijo que si ella no iba, María Esther Bueno, por ese entonces 2° del mundo y que a lo largo de su carrera sería tricampeona de Wimbledon y cuatro veces campeona del US Open, no viajaría a jugar el Abierto de la República, el torneo más importante desarrollado en Buenos Aires. Después de haber negociado la paga del próximo viaje que incluía toda la gira del Australian Open, Norma aceptó y viajó a Brasil donde conocería a su futuro marido, también un ex tenista con el que viviría 25 años en Lima, Perú, y con quien tendría tres hijos que le darían siete nietos. “Mi sueño siempre fue formar una familia y tener hijos. Y con la mano en el corazón, lo mejor que me dio el tenis fueron mis hijos y ahora mis nietos”.
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Baylon y sus nietos.

EL PELOTAZO A BILLIE JEAN KING

“Billie Jean King no era de las mejores deportistas, refiriéndome como persona. Todo el mundo sabía que yo tenía problemas de concentración. En una final en Filadelfia (1964), la tengo set point en el segundo set y cuando voy a sacar me dice que espere un momentito porque se iba a limpiar los anteojos. Yo pensaba, Norma tranquila. Me preparo para sacar y me dice <Wait a second (Esperá un segundo)> y se ata los cordones de las zapatillas. Y cuando por tercera vez estaba por sacar le dice al árbitro <¿Cómo vamos?>. Eso ya fue el colmo y perdí el partido”.

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Norma y Billie Jean King, 12 veces campeona de Grand Slam y quien contribuyó a la igualdad de género.

A continuación de aquel match, Norma también jugaba la final de dobles, sobre pasto, donde enfrentaba a Rosie Casals y a la mismísima Billie Jean King, a quien le pegaría un pelotazo adrede. “Mirá, Helga (Schultze, su compañera alemana de dobles) voy a hacer algo que va a ser la primera vez en mi vida que lo hago conscientemente. Hasta que no le dé un pelotazo no cuentes conmigo…”, relata con vehemencia Baylon, sin dudas, indomable.

Fotos e información: «Historia del Tenis en la Argentina», de Eduardo Puppo y Roberto Andersen,

Audio completo de la entrevista radial:
Parte 1
Parte 2
Parte 3

Amalia y los malvones del Buenos Aires LTC

1 Nov

– Nene, ¿le querés sacar una foto al azulejito del Buenos Aires?

– No, señora. Estoy filmando un poco el club. – le respondo un tanto sorprendido por su aparición, algo que, absorto en mi improvisada tarea fotográfica, no había advertido.

– Ah, porque yo te vi que le sacabas al azulejo. Pará que te lo limpio.
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Amalia, que por simple conjeturas tendrá unos sesenta y largos, camina por los pasillos de las canchas auxiliares del Buenos Aires Lawn Tennis Club. Ella luce unas gafas espejadas. Por lo tanto, es imposible descifrar hacia donde dirige la vista. Es una incógnita.
Durante la charla, Amalia saca una carilina y empieza a limpiar el azulejito que muestra el escudo del club, que con tanto orgullo representa desde chica.

– Yo mantengo todas las plantas de estos canteros. – dice señalando unos malvones blancos, resecados por el calor. – Ahora los tengo que regar un poco. – dice marchándose, y obviamente, con la raqueta en mano.


La intimidad del Buenos Aires LTC.

En 1892, en un cuarto de manzana de las calles Vicente López y Ayacucho, en Capital Federal, se fundaba el mítico Buenos Aires Lawn Tennis Club. En aquel entonces, el predio de Federico Leloir se lo denominó popularmente “de las cinco esquinas». Más tarde, el “paquete” (?) club de tenis se mudaría a su locación actual, en los bosques de Palermo. Ese mismo año se realizó el primer torneo en el BALTC, que era de carácter interno y exclusivo para sus socios. Dos años después, este mismo certamen pasaría a llamarse “Campeonato del Río de la Plata”, y se abriría a socios y no socios de la institución.
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El 9 de octubre de 1926 se inauguró la “Tribuna Central” del BALTC. Originalmente, contaba con una capacidad para 3.000 espectadores sentados sobre asientos de madera.
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El atardecer en Buenos Aires. El contraste del Court Central y los edificios de fondo, durante la cuarta edición de la Copa Topper.

No por casualidad, el court central de la institución que tuvo primer presidente a Arthur Herbert es llamado “La Catedral del tenis argentino”, haciéndole honor a la riquísima historia del club palermitano.


El Challenger de Buenos Aires desde adentro.

Por los mismos pasillos por los que caminaba Amalia (sí, la mujer de los malvones) también lo hicieron todas las glorias del tenis nacional e internacional. Guillermo Vilas, Enrique Morea, Mary Terán de Weiss, Norma Baylon, Gabriela Sabatini, Juan Martín Del Potro, Guillermo Coria, David Nalbandian, Gastón Gaudio, y muchos más realizaron el mismo trayecto que la señora de gafas espejadas.

# Foto e información archivo Buenos Aires LTC – «Historia del tenis en la Argentina», de Eduardo Puppo y Roberto Andersen.
Si le coparon los vídeos hay más, de tenis y otras yerbas, en http://www.youtube.com/channel/UCpMoSQJyqsN7CEQVnrw13qw
http://www.magisto.com/video/NkZEOgNXA2s0QwZiCzE
http://www.magisto.com/video/P10OMVdTBmw_RBVgCzE

La traductora de la Copa Davis

18 Oct

El equipo de Copa Davis de República Checa pasó por Buenos Aires en septiembre de 2012. La historia es conocida: los tenistas dirigidos por Jaroslav  Navratil hicieron polvo las ilusiones de los argentinos. Se perdió en semifinales, como locales y siendo favoritos, pero en esta nota el foco se posara  en otro aspecto que llamó la atención durante toda la semana en la sala de prensa del complejo de Villa Soldati. Había un personaje muy particular, Bedriska Aguilarova, la traductora de checo al español.

Federica, como la llaman en la Argentina, cautivó a los periodistas que les tocó cubrir la dolorosa serie de Copa Davis que significó la eliminación del conjunto nacional de la competencia anual. Su pintoresco español – un poco atravesado – su simpatía a la hora de hablar y su increíble pronunciación de los apellidos de los jugadores checos, como Berdych y Stepanek, hicieron que la traductora no pasara desapercibida. Además, tiene una historia de vida interesantísima que empieza en la ex Checoslovaquia.

Nació en el país del este europeo – ex Unión Soviética – que en la actualidad posee más de 10 millones de habitantes y allí decidió estudiar la carrera de traductora de español. “Yo estudié checo y castellano, terminé la facultad y en Praga conocí a mi esposo. Después de superar una infinidad de dificultades nos casamos y en el 71 me vine para la Argentina”, comentó Bedriska. Más tarde, contó acerca de su hija que vive en la actual República Checa: “Ella está radicada ahí porque fue a estudiar cuando todavía estaban mis padres. Finalmente, conoció a su esposo, consiguió trabajo y se quedó ahí”.

La primavera de Praga, que comenzó el 5 de enero de 1968, fue un movimiento aperturista integrado en su gran mayoría por jóvenes que apoyaban al nuevo Secretario General del partido comunista, Alexander Dubcek, presidente checoslovaco. Este movimiento finalmente fracasó porque el régimen soviético no lo soportó, debido a que Checoslovaquia se encontraba en un punto estratégico dentro de Europa Central. Esta corriente fue un primer indicio de la crisis soviética. Federica tuvo la oportunidad de presenciar este acontecimiento histórico. En 1998, decidió escribir una crónica titulada “Cicatrices”, que retrata como vivió ese momento.

Foto tomada en 1968, antes de la ocupación.

“Cicatrices”

“Aquella pasada noche me acosté tarde. Vivía, entonces, en una callejuela, detrás de la iglesia de Tyn en Praga Vieja. Cuando caminaba hacia mi casa el aire olía a tormenta, sin embargo, en el cielo brillaban encendidas estrellas de todos tamaños. El empedrado desierto de las calles, los faroles, los viejos edificios, muchos con sus ventanas abiertas, todo se preparaba para descansar en paz.
La bóveda y planta baja de la casa, donde yo vivía, fueron construídas en el siglo XV. Todos los ángulos de mi departamento se abrían a más o se cerraban a menos de 90°. A través de las ventanas entraba una noche de agosto. Me dormí rápidamente. Soñé que escuchaba un ruido grave que nada tenía que ver con los sonidos nocturnos habituales de la ciudad.
Todo estaba oscuro, cuando de la calle llegaron a mi cuarto sonidos de voces humanas. Miré el reloj. Eran apenas las cinco
Empecé a prestar atención a lo que decía la gente abajo.
“¿Viste? ¡Están aquí! ¡Nos ocuparon!”
Salté de la cama y miré por la ventana. Vi, como en la luz que iluminaba la estrecha calle, se alejaban dos personas. En la cabeza me resonaban sus últimas palabras- ¡Nos ocuparon! ¡NOS OCUPARON!!!
¡Por eso el extraño ruido! Toda la noche aterrizaban aviones y escupían tanques y soldados…
Me vestí rápidamente y me encaminé al Museo de Náprstek, donde trabajaba. En la Plaza de la Ciudad Vieja los vi. En la oscuridad, en un semicírculo, como escarabajos metálicos y junto a los tanques soldados hablando en ruso.
¡¿Cómo pudimos ser tan INGENUOS…?!

Pasaron las primeras horas, los primeros días de nuestra ocupación.
Parecía una pesadilla…
Caminaba por las calles y deseaba volver a ver Praga tan linda como fue antes del 21, pero las noticias eran cada vez menos alentadoras. Los principales representantes del gobierno permanecían en Moscú, a donde los llevaron por la fuerza. Algunas personas creían en un milagro, pero la realidad se palpaba en las calles, se escuchaba por la radio y principalmente, se leía en los ojos de las personas.
Iba por unos formularios al Museo Nacional. Corté el camino a través de la plaza Uhelný trh y la calle Mustek y ya estaba en la Plaza de Wenceslao. En el museo me dirigí al Departamento de Publicidad a saludar a mis excompañeros. Desde las ventanas se veía la estatua de San Wenceslao, el querido patrono de los checos y atrás, el nuevo adorno de esta plaza, corazón de Praga, los tanques rusos. Los miramos con bronca e impotencia. De pronto se veía un revuelo de gente, que siempre se amontonaba alrededor y escupía, gritaba o simplemente miraba con desprecio. Escuchamos tiros, gritos y después vimos salir llamas de uno de los tanques. Sentimos satisfacción, pero también preocupación. ¡Ojalá que nadie de los nuestros resultara herido o muerto…!
El comunicado oficial fue austero: Un joven inadaptado, en un momento de descuido, prendió fuego a uno de los tanques de nuestros aliados. No hubo heridos ni muertos…
Sólo las cicatrices que quedaron para siempre en nuestros corazones…

Cicatrices son las que lleva ella en la piel. Algunas de su querida República Checa, otras cosechadas en Latinoamérica. Federica, en la Argentina, Bedriska, en República Checa, una persona que trasciende más allá de su actividad como eventual traductora en la Copa Davis.

Arthur Ashe: el luchador negro

20 Sep

Arthur Ashe es un nombre muy utilizado en las emisiones del US Open. “Estamos en el estadio Arthur Ashe Stadium, en Flushing Meadows, donde se presentarán…”, diría Luis Alfredo Álvarez en una de sus tantas transmisiones por ESPN. Pero, realmente ¿sabemos quién este famoso Arthur Ashe?

Como jugador de tenis, Arthur Ashe fue el primer tenista negro en ganar un Grand Slam, lo hizo al obtener  en 1968, el US Open. También consiguió dos majors más: el Australian Open y Wimbledon, venciendo a Jimmy Connors en la final.

La Copa Davis fue otro de sus principales logros. Integró el equipo campeón de los Estados Unidos  en cinco oportunidades (1963, 1968, 1969, 1970, 1978). Como capitán la ganó dos veces: en 1981 ante Argentina,  en la recordada serie jugada en Cincinnati, y en 1982, contra Francia.Imagen

Su mejor posición en el ranking fue N° 2 en mayo de 1976Imagen

Durante su carrera consiguió 33 títulos como profesional

 

Como persona, el nacido en Richmond, estado de Virginia, siempre estuvo comprometido con la justicia social, fue un luchador por los derechos de los negros. En 1969, el gobierno sudafricano le denegó la visa, lo que le impidió jugar el torneo de ese país. Este obstáculo le hizo ganar notoriedad para lograr que Sudáfrica fuese expulsado del circuito profesional.

No solo lucho a favor de los derechos de los negros, sino, que se enfrentó contra el establishment del tenis. En 1972, se convirtió en uno de los fundadores de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) – de la cual fue presidente años más tarde – que tenía la intención de proteger los derechos de los jugadores.

Un año después de su retiro, en 1979, sufrió un ataque al corazón por el cual tuvo que ser intervenido quirúrgicamente en  reiteradas ocasiones. En 1988, en una de sus operaciones le transfundieron sangre que portaba el virus del VIH. Enfermedad con la cual luchó hasta 1993, año en el que murió. Un año antes de fallecer, creo su fundación llamada Arthur Ashe Institute for Urban Health, quepreviene negligencias médicas como las que él sufrió.

Una vez recibió una carta con una pregunta de un fanático: ¿Por qué Dios tiene que seleccionarte para tan fea enfermedad? Él respondió: “En el mundo 50.000.000 de chicos comienzan a jugar al tenis, 5.000.000 aprenden a jugarlo, 500.000 aprenden tenis profesional, 50.000 entran al circuito, 5.000 alcanzan jugar un Grand Slam, 50 llegan a Wimbledon, 4 a las semifinales, 2 a la final. Cuando estaba levantando la copa nunca le pregunté a Dios: ¿Por qué a mí? Y hoy con mi enfermedad, no debería preguntarle: ¿Por qué a mi?”. 

Arthur Ashe, no solo desde 1997 el nombre del estadio más grande dentro del circuito profesional, sino también, el nombre de un luchador por los derechos de los negros y de sus colegas. Arthur Ashe, un luchador de la vida.

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«No me gustaría ser recordado por mis logros tenísticos, eso no fue ninguna contribución para la sociedad. Eso fue puramente egoísta; eso lo hice solo por y para mí».Imagen

«Sé que nunca me hubiera perdonado si hubiera elegido vivir sin un propósito humano, sin tratar de ayudar a los pobres y desafortunados, sin reconocer que quizás, el regocijo puro de la vida viene al tratar de ayudar a otros».