El sonido de la pelotita contra el ropero es insoportable en aquella habitación del departamento en el barrio de Belgrano. Ella, de cuatro años, no se cansa. Su madre, de algunos cuantos más, no la aguanta. Lo que nunca va a pensar Dorothea es que más tarde su hija, Normita, será 4° del mundo y una precursora en el tenis femenino argentino. “Como comprenderás, yo no me acuerdo, son los cuentos de mis padres. Todo el día estaba dándole a la pelotita contra el ropero, y cuando llegaba mi papá, a la noche, mi mamá le decía: < ¿Sabés qué? Me tiene harta. Todo el día estoy escuchando el tiki, tiki, tiki. Ya no la soporto más>”, le dice a EfectoTenis Norma Baylon, una mujer indomable desde antes de saber el significado de la palabra tenis.
“Para hacerte la historia corta, ahí decidieron comprarme mi primera raquetita, una Sarina, chiquita, blanca, con la que zarpaba todos los fines de semana al Buenos Aires Lawn Tennis Club (BALTC), donde mis padres jugaban. Yo me iba al frontón. No almorzaba, no tomaba nada, con tal que nadie me vaya a quitar de ahí”. Ahí, dice Baylon, donde los sueños se siembran y los golpes se perfeccionan. Ahí, el frontón, un espacio físico donde muchas de las grandes glorias del tenis nacional pasaron parte de su infancia. “A la noche, cuando llegábamos a la casa, era siempre la misma historia. Abrían la puerta del departamento y yo me tiraba de narices al suelo llorando. No quería bañarme, no quería comer, no quería hacer absolutamente nada. Poco a poco fue surgiendo mi amor por el tenis”, relata Norma a EfectoTenis –en una entrevista realizada en la escuela de periodismo DeporTEA- dejando en claro su amor casi natural por el deporte de la raqueta.
Siguiendo con la infancia de Norma Baylon, uno de los momentos más esperados por la porteña formada tenísticamente en el BALTC sucedía cuando su padre terminaba de jugar dobles con unos amigos franceses. Ella, por ese entonces Normita, le pedía pelotear un rato. Un día, su padre, cansado, no quería darle el gusto a su hija, pero después de tanta insistencia aceptó Olindo, un severo pero generoso alemán, le tiró un fuertísimo revés que iba derecho al “ombligo” y que buscaba que la chiquita no molestase más. Para sorpresa del padre, Norma voleó de revés. Al día siguiente, por pedido de Olindo, Baylon ya tenía profesor.
En el 63, Baylon y la británica Ann Haydon-Jones quien venció a Norma en la final de Bournemouth.
Uno de los grandes obstáculos que debió sortear la cuartofinalista de Roland Garros, Wimbledon y del US Open en los sesenta fue su indomable carácter. “Tengo un defecto muy grande que es ser perfeccionista. Entonces, lo que hago lo quiero hacer bien y cuando no me salen las cosas me enojo. Es un enojo que me dura muy poco, inclusive ahora, me puedo molestar con algo o alguien, pero si me dejan dos minutos tranquila ya ni me acuerdo porqué me enojé. En el tenis era exactamente igual”, explica Baylon, actualmente de 71 años, y quien en varias ocasiones sufrió las conocidas penitencias.
Sus padres, rigurosos en la educación, durante el partido no le decían nada. Una vez en el coche, camino a casa, llegaban las famosas penitencias. Una semana sin ir al club o no te vamos a comprar otra raqueta nueva eran algunos de los ejemplos. Después, su autocontrol llegaría a causa de las críticas de la prensa: “Norma es una genia, un fenómeno, pero su comportamiento…”, eran algunos de los titulares de la época. Sin embargo, el peor castigo llegó en las vísperas de los Juegos Panamericanos.
En el clasificatorio que había organizado la Asociación Argentina de Tenis, Norma le ganó a las diez mejores del ranking argentino y obtuvo un lugar para viajar como representante nacional en los juegos continentales. Allí apareció otra vez su carácter. “El último partido lo jugué contra Nora Somoza. En esa época, como ya no podía gritar, decir malas palabras, pegar pelotazos, ni romper raquetas porque me venían las sanciones de mis padres, empecé a pegarme con la raqueta en el costado de la pierna. Ese día fallé y me pegué un raquetazo en la canilla. Por supuesto no hice ni un gesto pero veía que el moretón iba saliendo como si fuese un huevo de avestruz. Termina el partido. Gano. Y el presidente le dice a mi papá que yo viajaba a los Panamericanos”. En aquel encuentro, su padre le negó el viaje a Norma aludiendo que así no se iba a portar si representaba a la Argentina. “Por más que pataleé, lloré, no hubo forma. Y creo que eso me curó”.
Baylon en figurita, una perlita de MercadoLibre.
Otra de las acciones que tomaron sus padres, antes de permitirle viajar a competir a Europa, fue que finalice sus estudios secundarios y los traductorados de inglés y alemán, idiomas que actualmente habla a la perfección y que le permitieron ser traductora en series Copa Federación, dictar cursos de arbitraje y hasta desempeñarse como jueza de línea en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988. “Les estoy sumamente agradecida que no me hayan permitido viajar antes de terminar mis estudios. Siempre me decían que lo que tenía dentro de la cabeza no me lo podría quitar nunca nadie”, aclara Norma quien fue la primera mujer en conseguir el Olimpia de Oro (1962).
Ropa de la marca «Fred Perry» hecha expresamente para Norma Margarita Baylon. También, la marca Dunlop le proporcionó raquetas personalizadas.
A lo largo de su brillante carrera, que transcurría en tiempos de amateurismo donde ninguna cobraba dinero –solo en el final de su recorrido tenístico logró negociar la paga de algunos viajes y pequeños premios-, Baylon alcanzó los cuartos de final de Roland Garros 1965, cuartos en Wimbledon 1964 y también estuvo entre las ocho mejores del US Open en 1965 y 1966. Además, fue finalista de dobles en Roland Garros 1964. Dentro de sus tantas victorias se destacan sobre la brasileña María Esther Bueno, Nancy Richey, Billie Jean King, Vera Sukova, Lesley Turner, entre otras.
Ilustración de la brasileña Marías Esther Bueno. /Autor: Cristiano Siqueira.
Sin embargo, uno de sus partidos más recordados no quedo en el recuerdo precisamente por haberlo ganado, sino por la manera en que perdió frente a la mítica australiana Smith Court. Durante el Australian Open de 1965, Baylon estaba 5-4 y 40-30 en el primer set. “Tipico de Norma Baylon. Problemas de concentración. Mientras yo estaba esperando que una chica recogebolas me pasara la pelota, pensaba en la alegría de mis padres, en lo que iban a escribir en los diarios, en que me estaba portando muy bien en la cancha, en qué iban a decir todos los chicos con los que entrenaba, pensé tantas cosas que cuando la veo a Margaret del otro lado, la veía que temblaba. Entonces dije, Norma, lo único que te pido es que no hagas doble falta. Saqué con tanto cuidado que los dos saques picaron en mi cancha. Después perdí el partido. Esa noche creo que no dormí, solamente lloré”, relata con muchísimo humor Baylon que no juega hace varios años a causa de algunas operaciones de cadera que no le permiten disfrutar más del tenis dentro de la cancha, algo que igualmente no extraña.
Margaret Court y sus trofeos. /Ph: Daniel Wilkins
En 1966, año en el que periodistas estadounidenses especializados la consideraron 4° del ranking mundial femenino, Norma decidió comenzar a dejar el tenis para dedicarse de lleno a su matrimonio y a formar una familia.
Casualmente, el medio para conocer a su ahora ex marido, el peruano Bartolomé Puiggrós, fue el tenis. A Baylon, que volvía muy cansada de una extensa gira que incluía Roland Garros, Wimbledon y el US Open, le ofrecieron que vaya a jugar el Abierto de Porto Alegre, en Brasil. Norma se negaba. Sin embargo, la Asociación Argentina de Tenis le dijo que si ella no iba, María Esther Bueno, por ese entonces 2° del mundo y que a lo largo de su carrera sería tricampeona de Wimbledon y cuatro veces campeona del US Open, no viajaría a jugar el Abierto de la República, el torneo más importante desarrollado en Buenos Aires. Después de haber negociado la paga del próximo viaje que incluía toda la gira del Australian Open, Norma aceptó y viajó a Brasil donde conocería a su futuro marido, también un ex tenista con el que viviría 25 años en Lima, Perú, y con quien tendría tres hijos que le darían siete nietos. “Mi sueño siempre fue formar una familia y tener hijos. Y con la mano en el corazón, lo mejor que me dio el tenis fueron mis hijos y ahora mis nietos”.
Baylon y sus nietos.
EL PELOTAZO A BILLIE JEAN KING
“Billie Jean King no era de las mejores deportistas, refiriéndome como persona. Todo el mundo sabía que yo tenía problemas de concentración. En una final en Filadelfia (1964), la tengo set point en el segundo set y cuando voy a sacar me dice que espere un momentito porque se iba a limpiar los anteojos. Yo pensaba, Norma tranquila. Me preparo para sacar y me dice <Wait a second (Esperá un segundo)> y se ata los cordones de las zapatillas. Y cuando por tercera vez estaba por sacar le dice al árbitro <¿Cómo vamos?>. Eso ya fue el colmo y perdí el partido”.
Norma y Billie Jean King, 12 veces campeona de Grand Slam y quien contribuyó a la igualdad de género.
A continuación de aquel match, Norma también jugaba la final de dobles, sobre pasto, donde enfrentaba a Rosie Casals y a la mismísima Billie Jean King, a quien le pegaría un pelotazo adrede. “Mirá, Helga (Schultze, su compañera alemana de dobles) voy a hacer algo que va a ser la primera vez en mi vida que lo hago conscientemente. Hasta que no le dé un pelotazo no cuentes conmigo…”, relata con vehemencia Baylon, sin dudas, indomable.
Fotos e información: «Historia del Tenis en la Argentina», de Eduardo Puppo y Roberto Andersen,
Audio completo de la entrevista radial:
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